Ayer fui a ver Grease. Una nueva versión del clásico musical que este año cumple treinta años.
El 30 de septiembre llegaba a Madrid tras obtener un gran éxito en Barcelona.
El Teatro Nuevo Alcalá será el recinto donde los nuevos Danny Zucco y Sandie vivirán sus amores y desamores.
Ricard Reguant es el director escénico y Manu Guix el director musical...
Carlos Solano es Danny. Edurne es Sandie. Elena Gadel es Rizzo y Víctor Díaz es el petulante locutor de radio que cada noche "se cuela a través de las ventanas" de las habitaciones de las jovencitas...
Bien, una vez más, un musical en España adolece de lo de siempre... No hay actores propiamente dichos, con lo que la interpretación dramática es tristemente floja.
No me gusta Carlos Solano; su color de voz es oscuro y diría que tiene "frenillo" pues no se le entiende bien cuando habla con lo que mucho menos cuando canta. Elena Gadel me ha sorprendido desagradablemente, la veo muy floja actuando y no me convence cuando canta, no me la imagino en Mar y Cielo. (Creo que debo felicitarme, pues, ya que la heroína del fabuloso musical catalán que tuve la oportunidad de ver fue Julia Möller)
La calidad sin duda brilló cuando apareció sobre el escenario Carlos Díaz. Les dio a todos sopas con onda, como se suele decir coloquialmente.
Hay algo que no quería dejar de señalar. Es lógico que todo proyecto busque patrocinadores, es lógico y normal, pero que nos los planten de forma descarada como ha hecho esta producción me parece de mal gusto.
Llegamos al Teatro Nuevo Alcalá y nos encontramos con un "tenderete" de helados Häagen Dazs... es sorprendente, pues sabemos que estas refrescantes "delicatessen" han "copado" el Teatro Calderón, pero que en un momento dado el cartel de estos helados forme parte de la escenografía... No sé, ¿no les parece suficiente con el tenderete en el hall que tienen que llevarlo hasta el escenario?
En fin, la clase, el buen gusto... que siguen brillando por su ausencia...
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