viernes, 4 de diciembre de 2009

... YA ES HORA...

... Pensé que ya era hora... que ése era el mejor momento para apartar de mis ojos una telaraña más forzada por la hipocresía y el "buen ambiente"... pensé que era el momento para abrir la puerta y permitir que la luz me inundase dejando de lado el consabido "apuro" que me produce la verdad... sobre todo, cuando ésta se viste de mentira y palabras más o menos "dulces"...
... Pensé que ya era hora... y lo hice... y aunque la realidad se encarga de recordarme que nada es tan fácil como la virtualidad lo dibuja, estimé que no estaría de más hacer de esa apariencia, una verdad más o menos conjugable con la que mis principios me aconsejan... con la que mi conciencia me exige... con la que mi bienestar reclama... con la que mi dignidad necesita...
... No me van las medias tintas, ni las amistades cuyo motivo es el interés. No me van los favores de ida y vuelta, ni las ojos mentirosos que no son capaces de mirar de frente. No me gusta que me doren la píldora, tal vez no haya en mí píldora alguna que dorar. Tiendo a desconfiar de las palabras edulcoradas, de las sonrisas complacientes, de las personas que se acercan a mí y me dicen, sorprendidas "eres buena"... tal vez, he estado rodeada de mentiras. Tal vez lo sigo estando... y no me gustan... aunque parece ser que hemos hecho de este mundo algo cuyo motor es eso mismo, la mentira vestida de gala, de falsos brillos, de un aristocrático porte que sólo se preocupa por su apariencia...

2 comentarios:

juan ballester dijo...

El problema es que nos educan en la mentira desde que estamos en la cuna... A veces lo disfrazan bajo el nombre de ilusión, de fantasía, de magia, pero son diferentes formas de llamar a la mentira.
La Navidad es una mentira, el culto a la imagen es todo mentira, la política se alimenta de mentiras. La Historia, la Filosofía, no son más que mentiras dichas o presentadas de tal manera que tienen apariencia de verdad.
Hasta nuestro propio curriculum suele estar cargado de mentiras.
Y es que seguramente la verdad desnuda duele tanto que no hay más remedio que presentarla bajo unos ropajes más o menos vistosos.

Un abrazo.

Raquel Gallardo dijo...

No podemos evitar, si queremos salir a flote, disfrazarnos.El mundo es muy competitivo y algunas profesiones más que otras. Si tu naturaleza no es la de los aduladores, lobos, buitres carroñeros, etc, resulta muy cargante y, sobre todo, cansado ser tan consciente de las verdades como puñales que ves casi de continuo. Pero si a pesar de todo merece la pena manterse fiel a un@ mismo es porque esos mentirosos que señalas, perdieron con la inocencia (lo digo en un sentido nada infantil)el paraíso que se nos revela- aquí me incluyo en lo de ser auténtica- en la capacidad de emocionarnos con lo bueno, con lo humano y sutil,aunque sea solo de vez en cuando.