domingo, 4 de abril de 2010

... NO, GRACIAS...



... Una oyente se escandaliza, se asombra, de que una servidora hable no demasiado bien de una determinada obra de teatro... Una oyente llama al teléfono de esa emisora y de una manera apresurada me pregunta que cómo me atrevo a decir esas cosas, que en otro programa se habló muy bien de la obra de teatro en cuestión, que cómo me seguían reservando invitaciones si luego los ponía verdes...
... Esa misma oyente, vuelve a llamar días después con la misma cantinela, aunque la obra de la que una servidora hablaba no era la misma...

... Y me harto y le digo que mi trabajo como crítica o comentarista, como quieran llamarlo, es decir la verdad. Decir lo que he visto, lo que pienso, incluso lo que siento; que si otros se dejan comprar por unas entradas o quién sabe con qué, no es mi problema y que si la mayoría practica el peloteo, el amiguismo y no toca a los teóricamente "intocables" es que esa mayoría no hace bien su trabajo...
... Y me harto y abro mi micrófono y lo suelto... y me pregunto en voz alta por qué nos escandalizamos de que una persona sea objetiva, por qué nos escandalizamos de que una persona no se deje llevar por la opinión de la mayoría y diga lo que en el fondo todos piensan, por qué nos escandalizamos de la autenticidad...

¡Escandalicémonos de los pelotas, de los que doran la píldora, de los que se venden, de los que practican el interés y enfocan su vida hacia el materialismo y la apariencia!
¡Que no nos escandalice la verdad, la autenticidad, la sinceridad, la nobleza!

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